8 Retos de la protección solar en niños, por Silvia Capafons
Soy madre. Eso significa que tengo hijas de carne y hueso, y no muñecas que se dejan poner y quitar los trajecitos cuando a una le parece, o echar cremitas sin más, y así podría seguir con el resto de cuidados cotidianos. Si quedaba alguna duda la despejé cuando llevé a mi primogénita a la playa por primera vez, con tanta ilusión como estrés tan solo dos minutos después: Ya habían pasado los primeros meses en los que no deben recibir exposición directa del sol, era última hora de la tarde y aún así, sabía que tenía que extremar precauciones, así que metí en la bolsa el fotoprotector pediátrico (mineral, como debe ser cuando son pequeñitos), el gorro, la camiseta y hasta las gafitas de sol. Incluso me hacía ilusión tanta parafernalia…hasta que me di un buen baño, pero de realidad: qué ardua tarea la de aplicar el fotoprotector a un niño, qué difícil que aguante el gorrito más de 2 segundos, y de las gafas, ni hablamos. Pero de todo se aprende, y ya con la segunda, me he sacado el máster oficial.
Voy a contaros cuáles son para mi los 8 retos de la protección solar en los niños, y mis trucos para conseguir que su piel esté a salvo y no se queme.
1. Que se pongan el fotoprotector antes de salir de casa.
Ley de Murphy: Cuando vas a hacerlo ya se han vestido. Es la única circunstancia en la que ocurre, pero así es. Así que toca pacientemente desvestirlos, aplicar el protector solar 20 minutos antes de bajar a la playa o piscina, y ponerles la ropa otra vez. Esperar que ellos sean conscientes de los riesgos del sol es esperar mucho, así que me lo tomo como una fase más de todo el ritual “pre”, y después de dos o tres veces, ellos también. Como peinarse o lavarse los dientes, vaya.
2. Extenderlo en toda la piel y no “donde pille”.
Un niño quieto es casi una incongruencia, pero en movimiento la tarea de extender el fotoprotector se complica. Yo tengo mi truco, que no es otro que la “maniobra de distracción”: mientras se lo pongo les cuento un plan chulo o algo divertido (dormidos lo he probado y no funciona). Así puedo extenderlo bien, sin olvidarme de cada rincón, incluidas las orejas, los labios, las axilas, el dorso y las plantas de las manos y los pies…esas zonas que se nos olvidan siempre y que se queman con facilidad.
3. Poner la cantidad necesaria.
No es suficiente con poner un flus y pensar que así cubrimos el expediente, hay que extender aproximadamente 2 gr/cm2. Pero como no suelo llevar una báscula portátil, tiro de la otra referencia: una porción equivale a una cucharadita por cada zona corporal en un adulto, y en el caso de los niños, algo menos. Lo importante es que estén cubiertos al completo.
4. Reaplicar cada baño o cada dos horas.
Pensarás: ¿Y cómo, si según sale se vuelve a meter sin que me de tiempo a abrir el tapón? Es cuestión de aplicarlo antes, dejar que se bañe y cuando salga, con la piel seca, extender otra vez el fotoprotector pediátrico. ¿Tu pequeñ@ no se baña hoy por algún extraño motivo o porque está pachucho? Igualmente hay que reaplicarlo, en este caso a las dos horas.
5. Que le guste la textura y no le parezca pringosa.
“Mamá, es pegajoso”. Es una de las afirmaciones más comunes ante el binomio niño-fotoprotector. Pero por suerte, hoy en día, incluso los fotoprotectores pediátricos tienen texturas mucho más agradables y fáciles de extender. Eso sí, antes de los 3 años se recomienda utilizar filtros minerales.
6. Que se pongan gorro, gafas y bajo la sombrilla.
Confieso que esto no lo he conseguido todavía, pero no cejo en el empeño. Este año prometo comprar gorras que les molen, y dejar atrás las de Bob Esponja para la mayor, que tiene ya 9 años, y lo mismo era este un motivo de peso para su negativa. Con las gafas, ídem, siempre con cristales homologados por la CE, y también camisetas con SPF. Respecto a la sombrilla: es innegociable, entre baño y baño, a cubierto.
7. Que sigan una alimentación rica en antioxidantes para protegerse mejor y quemarse menos…o tomen fotoprotección oral específica.
Es mencionar el brócoli, los pimientos y las zanahorias y ponerme mala cara las dos. Estos productos contribuyen a que la piel esté más preparada para defenderse de la radiación UV, pero harían falta cantidades imposibles de conseguir en la mesa con mis hijas. Aquí la solución es mucho más fácil: la fotoprotección oral para niños, novedad de este año que ha lanzado Heliocare con el nombre 360º Junior Oral Sticks. Tiene la tecnología Fernblock basada en el extracto del helecho Polypodium leucotomos, que ha demostrado aumentar la resistencia de la piel frente a la quemadura solar y reparar los daños que el sol produce en la piel. No necesita tomarse con agua y es eficaz desde la primera toma, así que es perfecto para tomar media hora antes de ir a la piscina, las semanas de campamento o un finde antes de un partido de fútbol. Además viene en sobrecitos granulados sabor naranja y les encanta.
8. Ser capaz de no abalanzarme con el fotoprotector sobre un niño “sin”.
Me cuesta horrores contenerme, de eso dan fe mi marido y mis hijas. Yo es ver un niño sin crema y empezar a temblarme el párpado. Antes o después le acabo diciendo al padre o madre educadamente si quiere del nuestro, ante lo que he recibido todo tipo de respuestas, algunas para olvidar. Seguramente ese papá o mamá no sabe que la piel tiene memoria y que el 80% del daño solar se produce antes de los 18 años, así que me queda claro que los periodistas tenemos que seguir haciendo hincapié. Y sí, os lo he contado con humor, lo que no quita que al sol me lo tome como lo que es: un aliado magnífico si sabemos relacionarnos con él, o nuestro peor enemigo si no nos protegemos (y sobre todo a nuestros hijos) siguiendo estas normas básicas y aplicando un poco de sentido común.